lunes, 21 de noviembre de 2016

María Antonieta de Austria



Hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Francisco I, gran duque de Toscana y de su esposa María Teresa I, archiduquesa de Austria, reina de Hungría y reina de Bohemia, nació el 2 de noviembre de 1755. Es la decimoquinta y penúltima hija de la pareja imperial. Pasa su infancia entre los palacios de Hofburg y Schönbrunn, en Viena.

La emperatriz ya se esfuerza por casar a su hija con el mayor de los nietos del rey Luis XV, el delfín Luis Augusto y futuro Luis XVI, que tiene más o menos la misma edad que ella. Al mismo tiempo María Teresa acaricia la idea de unir a otra de sus hijas, Isabel, con el viejo Luis XV. Se trata de sellar la alianza franco-austríaca nacida de la famosa «caída de las alianzas» concretada en 1756 por el tratado de Versalles, con el fin de neutralizar la ascensión de Prusia y la expansión de Inglaterra.



Cuando María Antonieta tiene 13 años, la emperatriz, vieja dama y viuda, se interesa más por su educación con el fin de casarla. La archiduquesa toma lecciones de clave con Gluck y de baile francés con Noverre. Cuando su madre elige, además, a dos actores para darle clases de dicción y de canto, el embajador francés protesta oficialmente (los actores pasan entonces por ser personajes poco recomendables). María Teresa I le pide entonces que nombre a un preceptor aceptado por la corona de Francia. Será el abad de Vermond, admirador del Siglo de las luces y aficionado a las bellas artes quien, enviado a la corte imperial, iba a reparar las lagunas en la educación de la joven archiduquesa y comenzar a prepararla para sus futuras funciones.
El 13 de junio de 1769, el marqués de Durfort, embajador de Francia en Viena, realiza la petición de mano para el delfín. María Teresa I acepta de inmediato. En Francia el partido devoto, hostil por la caída de las alianzas llevada a cabo por el duque de Choiseul en favor del enemigo sempiterno, llama ya a la futura delfina «la Austríaca», sobrenombre que le había sido dado por las hijas del rey Luis XV.
El 17 de abril de 1770, María Antonieta renuncia, oficialmente, a sus derechos sobre el trono austríaco y el 16 de mayo se casa con el Delfín en Versalles. 
Joven, bella, inteligente, heredera de Habsburgo y con un árbol genealógico impresionante, su llegada aviva también los celos del pequeño mundo de la nobleza versallesca y de las múltiples y dudosas alianzas; pero la joven delfina tiene miedo de no acostumbrarse a su nueva vida. 

El 10 de mayo de 1774Luis XVI y María Antonieta se convierten en los reyes de Francia y de Navarra, pero su comportamiento no cambia mucho. Desde el verano de 1777 las primeras canciones hostiles, como «Pequeña reina de veinte años», empiezan a circular. María Antonieta se rodea de una pequeña corte de favoritos (la princesa de Lamballe, el barón de Besenval, el duque de Coigny, la condesa de Polignac) suscitando las envidias de otros cortesanos, multiplica su vestuario y las fiestas, organiza partidas de cartas en las que se realizan grandes apuestas.
Se realiza un nuevo protocolo más lujoso y más personal para este. Son llevadas distintas damas de la corte de Francia y se les establece un salario digno de la Corte Francesa.
Ya en proceso de desatarse la Revolución francesa, se difundió una frase que, supuestamente, había pronunciado María Antonieta. Se contó que, cuando la gente del pueblo, a falta de harina y trigo para preparar pan, fue a Versalles a encararse con ella, ésta habría respondido altaneramente con la frase: «Que coman pasteles» («Qu’ils mangent de la brioche»). Este supuesto hecho causó un gran enojo en el pueblo y contribuyó a que aumentara el odio que éste sentía hacia la reina. Hay muchas versiones que señalan por qué razón María Antonieta habría dicho aquello. Sin embargo, ya el filósofo contemporáneo suizo Jean-Jacques Rousseau confirma que la frase no fue proferida por ella, sino por otra reina anterior, María Teresa de Austria (esposa de Luis XIV); la frase original era «S'il ait aucun pain, donnez-leur la croûte au lieu du pâté» («Si no tienen pan, que les den el hojaldre en lugar del paté»).
El 14 de agosto de 1793, María Antonieta es puesta a disposición judicial ante el Tribunal revolucionario, presentándose como acusador público Fouquier-Tinville. Si en el juicio de Luis XVI se había intentado guardar las apariencias de una cierta equidad, no se hizo así con el proceso a María Antonieta. El dossier se prepara a toda prisa; es, a todas luces, incompleto, Fouquier-Tinville no logra encontrar todos los documentos de Luis XVI.
Al mediodía del día siguiente María Antonieta es guillotinada, sin haber querido confesarse con el sacerdote constitucional que le habían propuesto. El día de su ejecución, mientras el pueblo entero la abucheaba e insultaba, María Antonieta se tropezó subiendo al cadalso y pisó al verdugo que estaba a punto de guillotinarla. La reina le dijo: «Disculpe, señor, no lo hice a propósito.»
Fue enterrada en el cementerio de la Madeleine, calle de Anjou-Saint-Honoré, con la cabeza entre las piernas. Su cuerpo fue exhumado posteriormente el 18 de enero de 1815 y transportado el 21 a Saint-Denis.
En su descargo y por lo que se deduce de una carta escrita a su hermano, parece ser que ella no tuvo nunca ninguna influencia acerca de las decisiones políticas tomadas por el rey.

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